domingo, 21 de febrero de 2010

Pitágoras

Según cuenta la leyenda, una mañana de mercado del siglo VI antes de Cristo, en una ciudad del Sur de Italia llamada Crotona, un hombre realizó un descubrimiento casual que transformaría la Música de un feliz e incomprensible accidente en un Arte... y una Ciencia...

Es sorprendente que la humanidad haya desarrollado ese tarea ardua y poco probable que llamamos Ciencia. El primer paso en ese difícil camino, el más inesperado y verdaderamente nuevo, fue cuando concebimos al Cosmos como un todo ordenado que evoluciona según leyes que pueden descubrirse con la razón. Sin esa transición la Ciencia sería imposible [1].

No creo que sea demasiado arriesgado afirmar que ese primer paso fue dado en el sur de Italia durante el siglo VI antes de Cristo. Pitágoras de Samos (ca. 582 - 507 a.C.) es un personaje semi-legendario sobre el que sabemos muy poco. Si bien él o su escuela son mencionados, por ejemplo, por Herodoto (ca. 484 - ca. 425 a.C.), quien habla de la similaridad de los misterios pitagóricos y órficos, o Arquitas de Tarento (428 - 347 a.C.), quien dejó unos fragmentos de aritmética pitagórica, casi todo la información que nos ha llegado sobre su vida fue escrita siglos después de su muerte, principalmente por Diógenes Laercio (ca. siglo III), Porfirio de Tiro (Batanea de Siria o Tiro ca. 232 – Roma 304), discípulo de Plotino; Jámblico de Calcis (Calcis, Celesiria, ca. 245 - ca. 325), discípulo del anterior y de quien se separó en Roma por fuertes discrepancias acerca de la práctica de la Teúrgia, que consiste en la invocación y manipulación de los ángeles por medios mágicos; y Focio I (ca. 820 - ca. 891), patriarca de Constantinopla y figura central en la conversión de los Eslavos al Cristianismo y en la separación de la Iglesia Ortodoxa de la Católica durante el breve Cisma del siglo IX (858-867), antecedente del Gran Cisma de Oriente.

Si sabemos poco sobre su vida, sabemos aún menos sobre su aspecto físico. El busto que se encuentra en los Museos Capitolinos de Roma debe más a la imaginación que a la realidad.

De todas maneras, lo cierto es que en su escuela concibieron una idea realmente extraordinaria: que la naturaleza está regida por números. Más aún, veían al mundo como regulado por relaciones numéricas simples. Quisiera resaltar la importancia que tuvo este concepto revolucionario para el posterior desarrollo de la ciencia. Tomemos un ejemplo. Si digo que mañana va a salir el sol, estoy haciendo una predicción verificable (Sólo tengo que esperar a ver que pasa mañana), pero que no aporta mucho al conocimiento sobre el Mundo. Tal vez, podría ir un poco más allá y, en base a tablas recogidas a través de años y años de observaciones, predecir que mañana el sol saldrá exactamente 1 minuto y 24 segundos después que hoy. Esto ya es bastante más, pero no mucho. Será otro dato más en la tabla con la cual predecir que ocurrirá pasado mañana, o al día siguiente. Esa forma de Filosofía Natural no puede ir más allá. En cambio, si afirmo que el sol saldrá mañana 1 minuto y 24 segundos después que hoy, debido a que el movimiento de los cuerpos celestes está regidos por leyes simples. ¡Esa si es una novedad! Si encuentro esas leyes, podré predecir la salida del sol en cualquier día y en cualquier lugar. El programa de trabajo puede ser más lento, pero también es mucho más ambicioso y finalmente más útil. El viaje del hombre a la Luna no comenzó el 16 de Julio de 1969, cuando el Saturno V que transportaba a Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins despego de Cabo Kennedy, sino cuatro siglos antes, cuando Galileo Galilei realizó su experimento del plano inclinado...

... O quizás mucho, muchísimo antes. Más precisamente una mañana del siglo VI antes de Cristo cuando, según la leyenda que nos cuenta Jámblico de Calcis, en el capítulo XXVI de su "De Vita Pythagorica" [3], y que vemos representada en este grabado de la Theorica musicae de Franchino Gaffurio (1451 - 1522) [4],

...el maestro paseaba [por Crotona] cuando pasó junto a la tienda del herrero, y providencialmente escucho que los martillos golpeando una pieza de metal en el yunque, producian sonidos que armonizaban entre sí. [...] Entró en la tienda, y en base a varios experimentos descubrió que la diferencia de sonidos provenía de los distintos tamaños de los martillos, y no de la fuerza de los golpes, de la forma de los martillos, o de la posición de trozo de metal en el yunque. Habiendo examinado cuidadosamente los pesos de los martillos, regresó a su casa y fijó un poste en la pared [...] y suspendió de el cuatro cuerdas de tripas, de igual materials tamaño, grosor y torsión. [... Advirtió que al tañer] la cuerda con el mayor peso, se formaba un intervalo de octava con la de menor peso. El peso de la primera era el doble que el de la segunda. Siendo entonces que en una relación doble se formaba la octava. Luego [...] descubrió que [el intervalo conocido como quinta] está en una relación de tres a dos [...], y que en el intervalo que se llama cuarta [...] el cociente es de cuatro a tres. [...] Más tarde extendió este experimento a otros objetos, como cacerolas, tubos, monocordes, triángulos, y siempre encontró la misma proporción entre números.
Ese día, Pitágoras descubrió que había "una correspondencia exacta entre el mundo abstracto de los sonidos musicales y el mundo abstracto de los números" [5]. Por primera vez, el hombre se enfrentaba a una verdad universal que podía investigarse sistemáticamente y explicarse por medio de la razón y la matemática.

  1. C. C. Gillespie, The Edge of Objectivity (Princeton: Princeton Univ. Press, 1960).
  2. P. Rousell: The Complete Pythagoras (http://www.completepythagoras.net/)
  3. K. S. Guthrie and D. Fideler: The Pythagorean Sourcebook and Library: An Anthology of Ancient Writings Which Relate to Pythagoras and Pythagorean Philosophy (Grand Rapids, Michigan: Phanes Press, 1987).
  4. Franchinus Gaffurius: Theorica musicae (Firenze: Edizioni del Galluzzo poer la Fondazione Ezio Franceschini, 2005).
  5. J. James: The Music of The Spheres; Music, Science and The Natural Order of The Universe (New York: Springer-Verlag, 1995).

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